Empatía y planeación

China posee, en mi opinión, dos grandes secretos. El primero: que hace más de treinta años decidieron organizarse, pergeñar un plan y definir un rumbo fijo; el segundo: saben aprovechar sus ventajas comparativas y competitivas a la par de explotar su geoeconomía y su geoestrategia.

Sin embargo, del primer secreto podemos, a mi parecer, desprender dos líneas más: la capacidad de congruencia que encontramos en sus gobernantes y la subyugación del pueblo mismo. Lo anterior se debe a que a través de esos tres decenios el gobierno Chino ha mantenido fijos los objetivos de ese plan que habían diseñado. Entonces, se puede crecer o progresar dentro de dicho marco. Por el otro lado, la falta de acción de la sociedad civil (o su imposibilidad por el monstruo hobbesiano chino) dictan que los pobres deberán seguir aguantando su pobreza y los jodidos deberán seguir siendo jodidos por un rato. Aunque no estoy muy familiarizado con la legislación China, intuyo que en esos treinta años ha habido mucho sufrimiento entre los menos favorecidos por esta legislación. Además, seguir trabajando en lo que se les indica es justificable bajo el plan mismo que dibujaron, en donde dividieron al país en tres grandes áreas de producción. Esto nos lleva al segundo secreto y sus implicaciones.

De dicho segundo secreto podemos desprender que, en cuanto al aprovechamiento y especialización del mercado chino, hay una clave fundamental: la educación. Se parte del innegable hecho de que una sociedad mejor educada es una sociedad más productiva. Entonces, a mayores niveles generalizados de entendimiento de la globalización y las tecnologías de punta, mayor generación de productos con demanda global. Y la mano de obra barata y maquila nos indican que, en efecto, la especialización del mercado apunta a la reducción de costos innecesarios en la capacitación del obrero, así como una mayor competitividad en el mercado regional.

Además, China ha tenido el buen tino de aprovechar su situación interna pues ante el mundo sigue siendo un país en vías de desarrollo, lo cual la hace elegible para ayuda por parte de los organismos internacionales así como aplicación más laxa de la norma internacional.

Por muy ridículo que parezca, me interesa comparar dicha situación con el caso mexicano. ¿Por qué México no dibuja un plan como el chino, es decir, con tal alcance a futuro? ¿Por qué nosotros no podemos aguantar con tal tenacidad los factores que pudieran limitar el desarrollo de dicho plan? ¿México entenderá algún día el importante papel que juega geográficamente como posible interlocutor entre el mundo desarrollado y el en vías de desarrollo? ¿Optará por la especialización del mercado por su propio bien? ¿Algún día logrará entrar, si acaso, en la globalización y la postmodernidad? ¿Eso es a lo que debemos/queremos aspirar?

No sólo el caso comparativo, pero todas las preguntas anteriores darían suficiente material para una tesis. Sin embargo, a mi en este caso me mueve el conocimiento empírico y la curiosidad, por lo que no me detengo en un análisis completo. Aún más, me atrevería a decir, en burdas palabras, que la respuesta a todo lo anterior es la cultura. Y subrayo la letra minúscula inicial para denotar la diferenciación que se hace hoy día con la denominada Cultura (con inicial capital) en donde una es una construcción social en constante mutación y que atraviesa todas las instituciones del ser humano y la otra es lo considerado por un grupo selecto desde un punto de vista artístico.

Sin más revolcones, yo creo que es la cultura la que define la pauta de acción, la que explica por qué no podemos planear o proyectarnos para el futuro en nuestra generalidad. Creo que si en realidad lo que buscamos es alcanzar ser una región avanzada en nuestra economía, debemos comenzar por entender esto y modificar nuestra acción diaria hacia una de organización, de entendimiento, de educación y de empatía.

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