¡No me dejé!

Comencemos por decir que hoy me pidieron un soborno. ¿Cuál es el colmo de los colmos? Fue para titularme de la universidad. Obviamente mi respuesta natural fue: NO. Categórico. Nunca en mi vida, recordé, he tenido que pagar una mordida ni ofrecido un soborno por algo. No he pagado para pasar una materia. No he pagado para evitar multas. Para ahorrarme trámites. Nada de nada.

Cuando me di cuenta de lo anterior, que dicho sea de paso no había sido algo en que hubiese reparado antes, me sentí orgulloso de mí mismo. Cuando he estado a un pelo de tronar la materia, siempre he pensado: "ni madres, te pones a estudiar y la pasas".

Para lo anterior puede haber dos explicaciones: la primera es que mi moral y principios regentes estén bien definidos, sean altos y poco flexibles. La segunda, que mi inocencia haya ganado la partida y más bien nunca me había pasado por la cabezota el hacerlo.

Según estimaciones del Banco Mundial, la corrupción mundial cuesta anualmente más de un billón de dólares (U$1.000.000.000.000). Son muchos ceros ¿no? ¡Imagínate cuántos proyectos educativos y puestos de trabajo para los jóvenes se podrían financiar con ese dinero! La corrupción es un obstáculo para el desarrollo de la juventud y la juventud misma puede ser la abanderada de un cambio en el entorno de su comunidad.

Yo hoy no me dejé y me rehusé categóricamente. ¿Tal vez otros lo hubiesen tolerado?

Dove

Balanza de una negociación

Cedió muy rápido. Torció la mano y dejó que hicieran lo que tenían que hacer. Lo que habían ya planeado. Las ventajas para ellos eran en realidad pocas. Un caso más. Lleno de misterio. La satisfacción de lograr lo que su cerrada mente propone. Él, por su parte, como ya decía, cedió muy rápido. Para mi gusto tenía mucho por luchar. Había una remuneración económica de por medio. Hubo mucho tiempo invertido en la tarea, a lo largo de un año. Lo más importante, sin embargo, es sin duda la ética académica de la labor. El trabajo, aunque escaso e inconstante, era de él. Se lo robaron. Se lo quitaron. Lo usurparon. Lo grave del caso es la amenaza que va de por medio. Al niño le quitan su paleta pero acto seguido se le gritonea de no llorar, de caso contrario, se le corre de la casa. La potencialidad de lo que se puede perder es mayor de lo que ya ha perdido.

En mi caso, la ansiedad me carcome en principio. Me doy cuenta del origen y veo que no es mi lucha. Estoy acostumbrado a meter mi cuchara por interés. Sobre todo porque me importa que se haga lo justo y lo merecido. Me doy cuenta de que aquí, si él no desea luchar, no hay nada que yo pueda hacer. Es más, la potencialidad de incitar a la revolución podría terminar afectándome más a mí que la ansiedad que en un principió sentí.

Yo gané. Considero que a lo largo de los años, mis capacidades de negociación y confrontación se han ido agudizando. Me reconforta el poder observar las cosas de forma fría. Detener mis impulsos y permanecer sereno. Me gusta poder aplicar metodología a mis acciones pudiendo de antemano proyectar las consecuencias esperadas y tener una expectativa en cuanto a los resultados. El caso en particular fue tratado de forma correcta. Hablé cuando tenía que hablar. Me enojé. Me callé cuando tenía que hacerlo así. Mi posición inicialmente fue menos diez mil del águila. Hoy gané mi cometido y me encuentro son status quo en apariencia. Mis mínimos por alcanzar en la negociación –indirecta– son los proyectados. Además, hay ganancias comunitarias que se observarán en el corto, mediano y largo plazo. Después del caso, el tema dejó de ser tabú y hoy se homogeneíza la irregularidad y laguna que existía en el tema.

¿Qué perdí? Porque hasta cuando ganamos perdemos algo. Mi serenidad por un momento u otro. Un poco de tiempo. La sonrisa que se había ganado este o aquél. Perdí el pedestal en el que lo ponía. Resulta que el idealista cuando vio su mano torcida en la coyuntura dejó todo argumento. Recortó la melena con la que usualmente se pavonea. Dejó que el silencio hablara. El que calla otorga. Me defraudé y por eso me sentí ansioso. Porque hoy dudo un poco más que ayer que los principios del mundo moderno sean válidos. Quizás sean correctos. Ello no significa que quien los genera tenga el valor de defenderlos. A pesar de las consecuencias que pueda proyectar. No importa si son buenas o malas. No importa. No importa la lucha. No importa el otro. A veces no importo ni yo.

En el mundo egocéntrico en el que vivimos, las luchas se caen y desvanecen diariamente. Vivimos en un globo coloreado de ideales. Pocos de ellos fundamentados. Muchos de ellos decadentes. En la postmodernidad, la necesidad de héroes es evidente. Es natural. Cuando lo justo se corrompe en cada esquina. Cuando los preparatorianos son los más intolerantes. Cuando el nivel de educación es bajo y la televisión es una herramienta para manejar a las masas. Cuando los defensores del bien hacen el mal. Cuando se divide el camión en espacios para mujeres en vez de defender la equidad. Cuando las carreras universitarias no son catalizadores y espacios de entrenamiento sino obstáculos y esquiladores de la energía juvenil.

En la balanza de cada negociación hay cosas que se ganan y otras que se pierden. Hay los ganadores. Hay los perdedores. Todo es proporcional. Hay los héroes de las nuevas revoluciones. Los defensores de los ideales y los principios. Los obstaculizadores. En el ego, yo gano y lo demás no importa. No hay fidelidad. Se pierde la noción de quién es quién. El trabajo de uno no vale para el otro. Todo es intrascendente. En la postmodernidad la globalización acerca a las personas por medio de la comunicación y la tecnología. El alma se aleja cada día más del cuerpo colectivo de la sociedad.

Sondeo revela elevados índices de intolerancia entre preparatorianos

Por Elizabeth Velasco C.

■ Cuatro de cada 10 de los encuestados no aceptarían tener a un indígena de compañero

■ Casi 53% de los consultados rechazan convivir con estudiantes homosexuales

■ Acepta la SEP que entre sus tareas pendientes está erradicar la intransigencia entre los jóvenes

La encuesta se aplicó a 13 mil 104 estudiantes de entre 15 y 19 años.

Alrededor de 54 por ciento de los estudiantes de las preparatorias públicas de México manifestaron que no les gustaría compartir clases con compañeros enfermos de sida, mientras que 52.8 por ciento desaprobaron convivir con alumnos homosexuales, y 51.1 por ciento con discapacitados.

Además, cuatro de cada 10 estudiantes de ese nivel educativo no aceptarían tener un compañero indígena, ni tampoco de ideas políticas diferentes o religión distinta.

Tales revelaciones son resultado de la primera Encuesta Nacional de Exclusión, Tolerancia y Violencia en Escuelas Públicas de Nivel Medio Superior, realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública.

La encuesta se aplicó a 13 mil 104 estudiantes de 15 a 19 años de edad inscritos en las preparatorias de los subsistemas federales, estatales y autónomos.


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Hoy no había posteado

Tengo dos cosas que decir: la primera es que hoy no postié porque mi cerebro está frito y me la pasé todo el día frente al ordenador editando mi tesis. No concluyo de concluir. La segunda es que me di por vencido de mi anal persecución de aquellos que usan términos anglosajones en el español diario y que en la escritura los incluían indistintamente. Trabajo para una organización europea en la que hablamos inglés más que nada (eso es mucho decir porque la nada es vasta, es decir, hay poca comunicación transatlántica). También, los tecnicismos son sin duda útiles. Por último, suena groovy. ¿a poco no?

Ah sí, tengo una tercera: ¡debo regresar a hacer ejercicio!

Bomba atómica en la ciudad de México

Casi como sacado de una tira cómica, con los efectos de todo capítulo de Héroes, anoche soñé con una bomba nuclear en la ciudad de México. El escenario no era ni más ni menos que la meritita Colonia. Observaba yo desde mi ventana el horizonte, como suelo hacer a menudo. De pronto, escuché un gran ruido a mi izquierda. Volteé. Logré visualizar un punto negro que crecía en altura por ahí por donde se sitúa el zócalo capitalino, un poco más allá. Una nube en forma de hongo apareció por encima de la primera nebulosa grisácea que había yo identificado. Mi pensamiento era sencillo: he visto esa forma antes pero esto no puede suceder en la ciudad de México. Inmediatamente en cuanto mi cerebro terminaba de analizar la situación y hacía esta disertación del lugar político-estratégico para soltar una bomba del tipo, comenzaba a expandirse una onda imperceptible per se. Naturalmente, yo también estaba en el escenario, por lo que me percaté que tenía yo también que esconderme. Me agaché y protegí a mi novia, ella me acompañaba en ese momento. Pocos segundos después comenzaban a volar cosas afuera, en lo que yo alcanzaba a ver de la ventana. Era como una bola de fuego. Luego venía el resto de las cosas y los vidrios de la ventana se tronaron y explotaron en mil pedazos. Había suciedad por todos lados y las personas que me rodeaban sangraban o estaban casi muertos. Me levanté y corrí al baño. Mis ojos estaban rojos y yo con desesperada urgencia no podía dejar de pensar en la radiación. Cogí la toalla de manos y la empapé en el lavabo. Procedí a echarme montones de agua en la cara. Lentamente el color bajó, aunque yo sabía muy adentro que la radiación no se iría.

Corrí hacia abajo, en la planta inferior había un gato en la ventana. Sentado, observaba el paisaje como si nada hubiese sucedido. Afuera, me percaté de la presencia de tres personas mayores. Tres viejitos, uno con bastón y otra pareja platicando. En un primer momento sentí pánico de saber que quizás ellos estaban muertos en realidad. No me importó y caminé hacia ellos, pues la curiosidad me mataba. Digamos que la curiosidad mató también al gato porque el animal desaparecido en ese momento. Me acerqué y noté que estaban vivos. Que tenían problemas para moverse pero que ello era sólo parte de su edad, algo que me resultó natural. En torno a ellos todo era verde, el pasto, el cielo, había pájaros que volaban y que cantaban. Noté incluso un árbol de limas atrás del primer viejito a quien hice señas de que se acercara hacía mí. Él, con las dificultades antes mencionadas, caminó lentamente en mi dirección y me observó con cautela. Le expliqué primero con harta premura la urgencia que había porque se moviera él y sus compañeros hacia adentro de la casa. El desastre estaba por llegar. La prisa en mis pensamientos y en mi preocupación evitó que hablara con dicción y que se me entendiera lo que buscaba expresar. Me vio con cara de estupefacto y me comprendí que quería que repitiera lo que había dicho. La viejita y el viejito que permanecían aún en un segundo plano comenzaban ya a moverse hacia mí para entender por qué estaba yo tan espantado. Repetí, esta vez calmado y con paciencia, lo que sucedería si no se movían. La radiación era, claramente mi preocupación permanente. Una vez que mi mensaje se transmitió, ello me dijeron que no importaba. Me explicaron que estaban ya muy viejos para la preocupación y para correr. Me preocupé y los vi con tristeza. ¿Había algo que pudiese yo hacer?

Desperté abruptamente y vi por la ventana. La cortina estaba cerrada y detrás de ella brillaba el sol. Los pájaros cantaban detrás del todo. Lo primero que vino a mi mente fue “que alivio que no tengo premoniciones, aún”.

Reforma energética de Calderon

En mi opinión ya habíamos tardado en escuchar de Cárdenas al respecto de la reforma energética que propone Felipito. Pero tranquilos lectores míos, el líder moral del PRD finalmente habló y con su ya consabida congruencia nos dijo que: “dejar pasar esta reforma sería hacerse cómplice de un atraco a la Constitución. Los legisladores no pueden traicionar la palabra empeñada de cumplir y hacer cumplir la Constitución y la ley”. ¿Qué tal?

Yo soy de los que creen que la paraestatal vería beneficios de una inversión por parte de la industria privada (ello no quiere decir la privatización de ésta). Recordemos el caso brasileiro de Petrobras que nos ilumina con la infinidad de posibilidades que una empresa petrolera puede hacer en el marco de América Latina.

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Una vez más

Una vez más tenemos una nueva portada para Ohla México! Esto espera poder saludar a lo anche y largo del país y ahora viene acompañado de noticias, buscadores, musiquita, vídeos y muchas otras cosas más. Dime, qué opinas ? Te gusta o no? Para todo aquel lector ávido de comentar que me había preguntado por la sección para comentar, está de regreso!

Imagine, yet again

Me hice la prueba de VIH

Los resultados me los entregaron el mismo viernes, salí negativo como quería esperar. No he tenido ninguna actividad de riesgo, como se les llama... es decir, no tengo relaciones sexuales desprotegidas ni me inyecto drogas ni he tenido transfusión de sangre, tatuajes, etc...

Sin embargo, quise vivir la experiencia. Creo que es un proceso de racionalización del peligro. Para ponerlo en otras palabras y abundar un poco, toda prueba de VIH debe ser: a) absolutamente voluntaria, b) llevar un seguimiento de caso con apoyo terapéutico y consejería, y c) los resultados deben ser secretos. Esto porque no es lo mismo que tú vayas, por tus pistolas, a sacarte el análisis a que te manden. Racionalizas que tus acciones pueden tener consecuencias (conciencia del peligro) e independientemente del resultado debes tener un apoyo que dicho sea de paso no sucede en la mayoría de los hospitales de México (conmigo no lo hubo). Osea, deben ayudarte a comprender por qué quieres hacerte la prueba, si estás teniendo actividades de riesgo y si las tienes, que seas consciente de ellas para que después de la prueba puedas dejar de tenerlas (es igual de malo infectarse como re-infectarse para el sistema humano).

Generalmente el sentimiento después de una prueba con resultados negativos, cuando no hay seguimiento del caso de forma profesional y con consejería, es de todopoderoso y de "a mí no me pasará" por lo que el aprendizaje es nulo. Los resultados deben ser secretos porque sólo en la medida en la que tú lo desees debes compartirlos sin importar cuál sea el veredicto. Ello porque el estigma sobre el virus es aún grande. Si eres hombre y tienes VIH es porque eres homosexual, si eres mujer es porque eres prostituta. En realidad la forma de infección es amplia y no distingue entre preferencias sexuales, género, ni nivel socio-económico. Por eso es necesario que te logres aceptar con la condición que tengas para que después puedas abrirte al mundo; siempre sin importar el resultado.

Todo lo anterior para decir que es un proceso de aprendizaje. La racionalización de que existe un peligro continuo y permanente sin importar lo que hagas (al igual que en el cáncer) no significa que tengas que estar azotándote moralmente sin final. Más bien, debe ser un proceso por medio del cual: 1) te admites ser humano que tiene toda posibilidad de sufrir la misma enfermedad, 2) ves los alcances físico-psicológicos de la materia, 3) disminuyes las probabilidades de ser un caso más, 4) conscientemente te enteras que hay estigmas alrededor del virus o enfermedad, 5) empatizas más con la comunidad afectada y, 6) creces como persona.

Hay causas de transmisión del virus diversas, pues. Hoy día, los tratamientos son amplísimos y en contraste con la década de los 80, ya no te mueres en un año. Yo tengo amigos y amigas que llevan más de 20 o 25 años viviendo con el virus. Ello nos habla de que hay adelantos en la medicina y de que hay adelantos en nuestra especie (la humana) porque ya hay personas que no sufren las consecuencias de enfermedades oportunistas del VIH como se veía en los casos de veinte años atrás. Sin embargo, como en todas las enfermedades, sí es muy importante que se detecte lo antes posible y que se evite, en la medida de toda posibilidad, transmitir el virus. Ello no significa que una persona con VIH deba o no tener relaciones sexuales, eso lo debe decidir esa persona, no la sociedad. Sin embargo, vale la pena que nos aseguremos de nuestra condición pues no está escrito a priori que no fuimos parte de las pequeñas probabilidades que nos rodean. Al final, no tenemos nada que perder y mucho que ganar, un proceso de aprendizaje y auto-superación de nuestros miedos y el tabú social que se nos inculca por desinformación.