La otra escuela

A través de los años han habido distintas definiciones que pretenden pergeñar lo que es la Cultura. Sin embargo, resulta ser que ninguna de ellas ha logrado, a ciencia cierta, definir bien a bien lo que es dicho ente. Y eso se debe, precisamente, a que la Cultura es un ser vivo que se modifica, que está en constante cambio, revolución y en constante mutación; se adapta. ¿Cómo es entonces que podemos ensayar crear políticas públicas para la Cultura?

Hay también otra variante; ello es el arte. Dicen algunos que la esencia misma del dejar ser y del dejar sentir es lo que da a los artistas la inspiración que nace desde lugares profundos del alma. La euforia de los sentimientos –sin importar si son bueno o malos- siendo expresados.

Algunos dicen que el papel que juega el artista es el de proyectar su visión de la realidad, la percepción subjetiva que tiene del mundo. Empero, resulta ser que dicha acción no es unilateral; hay un diálogo entre artista y su medio político. Si comprendemos por el último toda acción social y que se da en comunidad, en zoociedad, entonces comprendemos que en efecto tanto impacta la atmósfera al individuo como el sujeto a su alrededor. Es así que cobran relevancia discursos y proyectos como los propuestos en las Favelas, en el derecho a la felicidad de Eduardo Galeano, o Dammi i Colori de Anri Sala.

Entonces, si modificar nuestro entorno por medio de cambios estratégicos a los colores que iluminan nuestros días resulta en cambios en el individuo mismo y en su acción, ¿por qué es que hay tantos proyectos bien pensados que son fallidos? ¿Será acaso que en efecto dichas brigadas de colores no son más que una sutil forma de esconder la gran brecha que oculta en sus siniestros rincones el capitalismo?

Yo creo que la respuesta no se encuentra en detalles logísticos o de justificación. El problema es que si bien el presupuesto para investigación, ciencia y arte en México desciende conforme cada año, si bien en México aún no comprendemos el papel tan importante que puede jugar el arte como medio de producción mismo (sin por ello pervertir al arte o su papel), las estadísticas de aprobados en los distintos niveles escolares trascienden al mismo INEGI. Así pues, son pocos los que se gradúan de “la escuela de la vida”.

Hace un par de días escuché una conferencia magistral por parte del ex presidente de la Suprema Corte de Justicia Genaro David Góngora Pimentel. Hablaba de algunas materias obligatorias en dicha escuela que tiene paredes invisibles y fronteras interminables; algunas de ellas son: Valor, Ética, Confianza y Laboriosidad.

¿Se entiende pues por qué cambiar la atmósfera no es suficiente? ¿Quizás sean pocos los que llegan a pasar algunas de las materias forzosas de la otra escuela?

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