Sin duda el 2008 fue el año más difícil de mi vida. Yo lo considero un parte aguas. Por lo que pasé, por lo que viví, por lo que aprendí, por lo que perdí, por lo que gané, por lo que sentí, por lo que reí y por lo que lloré. En términos generales el periodo comenzó y termino bien. Como debía de ser, supongo. Cuando pienso atrás a cada uno de los meses que duró, no puedo sino sentir una gran satisfacción por observar. Comencé queriendo redefinir mis propios esquemas, como cada año. Querido ser libre, y pensando que quizás ahora si me atrevería a hacerlo. Mi graduación resultó en un sentimiento de superación personal y de orgullo propio. Fue seguido, de manera inmediata, por el accidente de mis padres y mi hermana y el miedo de estar muy cerca de haber perdido a mi familia nuclear. Sin embargo, lo que no nos mata nos hace más fuertes. Hoy si lo creo. Lo superé presentando mi examen profesional en el medio de un torbellino de emociones y pensamientos. Con poca concentración en lo que decía, logré transmitir meses de intenso trabajo y dedicación. Enseñar lo que uno sabe muy bien no tiene ninguna dificultad, después de todo.
Una línea sin duda definitiva de todo este tiempo fue el trabajo que realicé durante el año. Con él aprendí a llorar de manera diaria, para desestresar y para demostrar los sentimientos acumulados por el fuerte trabajo social que viví y que experimenté cada día. Ver las muchas dificultades y obstáculos de los otros aunadas a una vida de lucha y de gana de mejorar la condición actual de la humanidad entera no fue sencillo. Claro está que a lo largo de todo esto estuvieron mis amigos cercanos y mi equipo de trabajo que me apoyaron para superar cuanto paso hubo que dar. La conferencia per se fue un reto conmigo mismo. También está el hecho de que había que demostrar a las autoridades locales, federales, a los medios de comunicación internacionales y a autoridades de todo tipo, incluyendo organismos multilaterales e internacionales, que mi país y mis conciudadanos somos capaces de ser parte de la solución. De pensar y de transformar nuestras realidades, de manera crítica y propositiva.
El año lo terminé después de un par de meses de viaje. Desafiando mis propias barreras imaginarias, geográficas y culturales. Una vez más en mi vida, adaptarme o deshacerme de un sueño. Todo ello se suma en un final contundente pero aún cambiante a cada minuto. Ser capaz de desafiar mis propias expectativas y sueños, deshacerme de todo lo que no funciona, de manera pragmática, con el último objeto de ser feliz. La honestidad es algo que caracteriza mi año en cuanto a lo sentimental se refiere. Por primera vez en mi vida logré ser verdadero conmigo mismo. Ignorar lo que nos hace enojar y nos pone tristes por medio de la profunda meditación y de manera concienzuda es válido. Es más sabroso.
El 2009 empieza con la suma de todo lo anterior. Pudiendo dividir lo que me hace feliz de lo que no. Lo que me da satisfacción y lo que me provoca asco, tristeza y depresión se una para darme vida. No temo a renunciar a mis propios proyectos porque sé que de ellos he ganado y aprendido lo que merecía, lo que busqué. Encontrarme con amigos que hacía tiempo que no veía, después de periodos de tanta intensidad con ellos, ha sido también renovador. Me ha permitido demostrar mis nuevas formas de ser. Mis nuevos pensamientos. Mi capacidad de perdonar y de seguir adelante. La libertad que me he permitido de ser feliz me mueve a validar todas mis acciones. A seguir luchando por lo que creo que es necesario aunado a lo que me demanda mi cerebro y mi corazón unificados.
Hoy soy más fuerte. Después de un año traumático para bien y para mal. Hoy me siento con la gana de permitirme ser y de liberar mis energías de manera positiva. Siempre con el cambiante destino de encontrar la magia -los sentimientos, la tristeza, la belleza, lo excitante- en cada esquina del existir.
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