Anoche tuve mi primer sueño del año, como todos ustedes. Pero tengo la fortuna de recordarlo, como muchos de ustedes. Apenas cuando puse un poco de esfuerzo en semi-descifrarlo, fue que me sorprendí de lo que mi inconsciente guarda en su interior. Aquí no lo haré. Sólo lo cuento para que quede. El primer pedazo no lo recuerdo bien. El segundo, me tenía a mi vestido al estilo persa (como Aladino) con zapatillas puntiagudas y todo el rollo. De ahí el título. Estaba en un bosque. De esos cerca del desierto. Técnicamente más una sabana que una bosque lluvioso o caducifolio. De repente, sentía miedo. Me escondía atrás de un árbol, sin en realidad saber por qué. Enfrente de mi aparecía un tigre. Lo reconocí inmediatamente. Era el mismo que quedó plasmado en mi cerebro, el que vi hace unas 6 o 7 semanas en Rajastán. Se movía de manera ágil y con gracia. Se me quedó viendo. Tuve miedo muy en el interior, pero me mantuve en mi posición, inmóvil, y fije mi mirada en la suya. Después, así como llegó se fue. Yo me moví, seguí caminando ladera abajo. Iba guiando a alguien, un amigo, que no logré identificar pero que me seguía con confianza. Le mostré a lo lejos un gato montés, el clima se tornó frío de la nada. El gato corrió hasta nosotros, se detuvo justo enfrente, dio media vuelta y salió corriendo. Pensé en lo sublime de haber visto dos grandes gatos en tan corto tiempo. De manera mágica apareció un inmenso león, con su melena abundante. Salió detrás de un árbol pero se movió sin timidez. Con galanura y mucha presencia. Tomó el centro del escenario y salió de manera automática. Seguimos caminando y llegamos a un pueblo de montaña, con pequeñas casas de tipo arabesco-oriental incrustadas en la piedra. Se intuía que era algún tipo de fortaleza antigua.
0 comments:
Post a Comment