Tres ciudades sagradas y la conclusión perdida


Querides, el tiempo en esta semana se me ha ido volando en tres ciudades sagradas que a continuación relataré para su beneplácito (espero). En ellas he descubierto tres religiones en sus respectivos epicentros. Es decir, cada una de ellas representa la Meca misma de la ideología que parece preponderante en la región. De colada va una que es el desquite de la ruptura de esquemas y la conclusión: Aram se rasca la cabeza dudosamente en signo de no entender nada. O dicho de otra forma, pondera si tener nuevamente fe en la raza humana o no.

Amritsar. En el noreste, a pocos kilómetros de Paquistán. La disfrute y la sobreviví. Sin cuarta guerra entre ambos países. Sin armas nucleares que las partes tienen y que, irónicamente, dicen no necesitar por aquello del desarmamiento mundial. Ambos con la bendición de EEUU. Pero para todo lo que no respecta a las diferencias políticas entre musulmanes e hinduistas en la región, Amri (corto de cariño), es la capital de los Sij, una divertida religión creada en el 1500 por un señor que se dijo a si mismo: "no me terminan de convencer con sus castas (cosa bastante interesante por decir antes de que estuviese de moda ser todos iguales) y la neta es que Allah nos dejó muchas tareas". Entonces pues, se hizo a la idea de juntar ambas corrientes y echarles un poco de su cosecha en forma de contratar a un músico (su Sancho) y hacerle tocar su guitarra por horas y felices días en lo que él cantaba alegremente unas tonaditas que hoy se definen como "himnos" y que resuenan en la paredes del templo de oro de 3am a 10pm (sin parar!). El grupito de amigos que le siguió decidió que lo suyo era la guerra y que por ello pelearían a muerte por defender sus derechos de hacer su religión (eso ya no fue tan novedoso porque claramente era ya muy popular entre toda religión que yo conozca para este punto de la historia). Pero además, le agregó un par de cosas que a cualquiera le parecería medio innecesario pero que le identifican sin más: el cabello es sagrado y no se debe cortar, para representar sabiduría; hay que peinarlo diariamente con un ´peine sagrado´, para tener en que pasar las tardes y representar paciencia; hay que atarlo en un turbante bien ajustadito para denotar honor; ropa interior sueltona para la humildad, y un sable enganchado en el cinto para la bravura. Además, hay que dejar que todos coman como hermanos y recen como pares. De ahí es que el templo de oro se convierte en mi tercer punto favorito en la India después de todo. Ya no sean flojos y wikipedienlo o googlenlo para que no me tengan describiendo. El punto es que es el espacio más espiritual en el que he estado hasta el momento. Por la mañana hay que lavarse los pies antes de entrar al templo (a bañarse, pero eso me lo salté). Lo que sí hice fue sentarme por horas a ´cantar´ y después hipnotizado por los sermones de un viejito a quien no entendía, por horas más rezando. Todo para salir al parque en el que mas de 2,000 indios fueron masacrados por británicos en un festival Sij por demás pasivo hace un poco mas de 50 años antes de la independencia India. El escenario es el mismo en el que hace 11 años (1997), la reina del imperio misma vino a dejar ofrenda descalza y el Duquecito de Edimburgo causó problemáticas internacionales para el recién seleccionado Blair cuando dijo: "yo leí de buena fuente que no fueron 2,000, están exagerando!". ¿Les había yo mencionado que los Sij son adictos a la guerra?. Bueno, pues si no quedó claro después de los museos de balística bien museografiada que hay ("bala", "cañón", "otra bala"), pues siempre está recordar que Indira Gandhi fue asesinada por sus dos guardaespaldas Sij después que la doña mandó sacarlos a toditos del templo de oro hace 50 años, que porque no fuese a ser que como los musulmanes se quisieran andar con miramientos separatistas (ejem... Paquistán y Bangladesh).

La clase de historia sigue...

Segunda, Dharamsala. Llegué corriendo después de los sijs, pero todo se calmó con el frío de las montañas que corría a toda premura desde los Himalayas. El hotel, congratulado hasta el éxtasis por su servilleta, además de sobremanera barato tuvo la gracia de ofrecer una ventana que daba a la residencia del Dalai Lama. Dormí iluminado (por el Dalai porque la luz se fue a eso de las 8pm). A la mañana siguiente descubrí un pueblo lleno de sonrisas amistosas por doquier. Lejos quedaron las miradas penetrantes del resto de los connacionales. Rápidamente descubrí que había llegado a Asia continental con los rasgos de las caras (ojos), las sonrisas, el idioma (tibetano) y claro CNN Asia. Los monjes por doquier me recordaron lo sencillo de la vida. Para mí lo sencillo consistió en comprarse suéteres de cachemira y cobijas para aguantar las corrientes ventiscas. Luego pues, me vi con el suficiente calor de espíritu como para recorrer cerros enteros de templos budistas sonando campanas tibetanas a todo pulmón (fuerza de brazo) para esparcir mis plegarias por el Tibet. La museografía aquí era horrífica, no porque fuese mala (claramente aquí si llega dinero internacional para esparcir el conocimiento) pero porque la historia misma es detestable. Lloré un poco y habiéndome calmado, me dirigí al centro del gobierno en el exilio. Maravillosamente y con un excelso ejemplo arquitectónico de lo que yo he denominado "construcción de lego" (cuartito arriba de cuartito apoyado en esquinita, etc) apareció el parlamento, el congreso, ministro de educación con casa de cultura incluida, escuela pública, ministro de finanzas, etc, etc, etc. Pensando yo que había que descansar para seguir recorriendo oficinas burocráticas me senté en el templo de la escuela secundaria en donde me invitaron a jugar fútbol (otra muestra de que esto no es India, no hay cricquet!). En fin, habiendo retomado mis fuerzas, me dispuse para recomenzar cuando me encontré con la sorpresa de que ya se había acabado lo que ver. Que maravillosa burocracia que recorres todas las oficinas imaginables en apenas una hora! Descansé y de todo corazón vibré que algún día los tibetanos recuperen su autonomía e independencia sin que en el entretanto se pierdan sus tradiciones y rica cultura. Para mis adentros sé que no sucederá, por eso de que en negociación uno tiene poca (poquísima) ventaja, cuando no tienes nada que ofrecer. Y ese es el caso para los chinos... no les interesa en lo absoluto lo que "Tibet" tenga que aportar. Por eso el Dalai decidió retirarse de toda negociación con China hace un par de semanas y por eso China nunca reconocerá a Tibet como un estado-nación distinto.

Tercera, pero no última, Rishikesh. La capital del New Age y espacio en donde los Ashrams pululan. Además, claro, renombrado por ser el pueblito al que los Beatles llegaron a meditar hace varias décadas. Sin mucho ánimo de ver lo que juré sería una ciudad cualquiera llena de hippies yogistas buena oooonda- descubrí unos maravillosos puentes colgantes por sobre el Ganges. Aquí si me bañe sin preocupación alguna pues el agua incluso cristalina corría de forma fluida. Por la noche me aventuré a recorrer el pueblo y de pronto me vi envestido por un toro. Para recuperarme del cornazo (literalmente), me senté en un templo a ver una estatua de Krishna. Para mi sorpresa en minutos me vi rodeado del coro cantor de niños de Krishna, o lo que yo así llamaría para animar al turismo, y entre Oharams Krishnas en las escalinatas del Ganges limpio se prendió el fuego sagrado y se sentó el gurú a alzar sus plegarias para las varias deidades (sobre todo Krishna) y para la paz mundial (flower power!). Una vez más no pude evitar dejar salir un poco de sentimiento al entenderme envuelto en tanta pasión por pocas oraciones que ponen su granito de arena en el mejoramiento generalizado de la población mundial (ouurales y yo que no juntaba a los hippies yogistas buena ooonda!). Canté y bailé al compás y al protocolo. Padre gurú me bendijo con agüita del Ganges que puse en mi corazón y en mi cabeza (para refrescar mis ideas y pensamientos).

De salida para regresar a Delhi pasé por la nueva capital del Punjab. Una ciudad mandada a hacer al gusto después de la partición del 49 (en la que se crea Paquistán y se redibujan las fronteras de India al noroeste, creando el afamado problema de Cachemira). Nada más y nada menos Courvoisier vino a ser quien urbanísticamente planeó con lujo de detalle calles y avenidas de Chandigarh. Después que en un par de ocasiones me vi fascinado por saber en dónde estaba y a dónde iba gracias a los nombres en las calles y su numeración ordenada, me permití descubrir que además, el compa se permitió el lujo de planificar carriles para bicicletas y motocicletas, pasos para camiones de carga y autobuses, jardines y parques públicos. Señores y señoras, nuevo golpe al imperialismo pues llegó lo que jamás creí encontrar en la India seguido de desastres políticos, redibujes geográficos y tres religiones al parecer contrastantes entre sí: EL ORDEN.

Ahh mi lejos Brasil con su "orden y progreso"... Atrás quedó mi desesperanza Agra-ria y Delhi-rante... es decir, como Obama, sí se puede... Pero ¿y si? Uno no puede sino seguir preguntándose si sus buenos deseos lo lograrán (tanto con Obama como en la India). El subcontinente me sigue pareciendo impactante con su crecimiento económico incrementado de manera representativa, su clase media (la más grande del mundo y la que más rápidamente va creciendo) y sus pobres (40% del total mundial) que subsisten con menos de 2USD diarios. Sigo viendo su sur educado y traspatio oficinista (ese sí es un traspatio interesante, no como México) que lleva a cabo el "trabajo sucio" de mantener cuentas y hacer papeleo administrativo del resto del mundo anglosajón, con sus cientos de miles de egresados técnicos y su boom en las artes del desarrollo de tecnología de punta. Veo su Rajastán más turístico del país pero con la pobreza extrema más concentrada de igual forma. Veo su Punjab con su nueva capital limpia y ordenada. Su Cachemira que no es de nadie. Su nuevo Tibet en el exilio tranquilo de haber encontrado un nuevo hogar y poder ver CNN Asia del otro lado del Himalaya. Su desastre Mumbayesco con ataques terroristas antisemitas y clasistas. Su Varanasi puerco y castista. Sus votaciones andantes por doquier. Su sexismo y discriminación sin fe. Y todo esto lo veo ahora además de los comprensivos ojos de un musulmán que respeta su Corán y lo reinterpreta a su manera; a través del palpar Sij de la sabiduría recorriendo el largo pelaje; a través del Hindustán más preocupado en su pensar por su ferviente convicción que por el protocolo que Shiva o Krishna puedan merecer; a través del elasticismo corporal del gurú que se sienta por horas a buscar una iluminación y el bien de la sociedad; de los janistas sin piedad regados uno en cada ciudad y muchos más en la vecina Sri Lanka; sus cristianos en iglesias sin chiste pero con esperanza de que Jesús murió en la cruz por el bien de la humanidad; de los pocos ateos perdidos y sus agnósticos encontrados.

Así es justamente la simplista conclusión de su relator de viaje: entender a la religión como UN factor más en el complicado rompecabezas que la India representa en cada una de sus facetas. Pero con la mente fija en un cambio prolongado, inclusivo y definitivo. La India, un país para dar rienda suelta a nuestros peores demonios y tirarnos a la desesperación e imposibilidad de resolución humana del conflicto o perseguir ambiciones tan grandes como la imaginación de la especie lo permitan.

M. AB.

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