Desde que el hombre es hombre se ha complicado la vida. Nosotros solitos lo hacemos a lo largo de generaciones, decenios, años y en el cotidiano. Sin embargo, la cosa se vuelve un galimatías cuando el hombre entabla relaciones personales, pues somos seres sociales, como decía Aristóteles. Por eso, lo tenemos fijo en nuestro destino.
Juntos es una obra de Hiram Molina que se está presentando en Casa Azul el 15 y 22 febrero, así como el 1 de Marzo, dirigida por Luis Xavier Corona y que tuve el honor de presenciar en su inauguración. Al entrar nos advierten que: “todos necesitamos amar y ser amados”. A ello no me niego, soy fiel seguidor de la idea. Sin embargo, ¿cómo le hace uno para satisfacer dicha oración? Aunque suene fácil, en realidad parece ser que el amor es un sentimiento difícil de encontrar, en el mejor de los casos.
Hoy en día se ve banalizado y trillado por tantas relaciones fáciles. Las muchas mujeres jóvenes, en particular judías, que por ejemplo pagan su profesión en universidades privadas mientras se casan y se anotan en clases en donde los prospectos de marido tengan mayor probabilidad. Recientemente, las citas por Internet que no son más que una cita a ciegas post-moderna, inducidos a veces por una foto, descripciones detalladas como antaño sucedía en periódicos e incluso vídeos por medio del cual se puede llegar a tener cyber-sexo en la primera cita, sin el riego no ser correspondido. Entre muchos otros ejemplos.
La sociedad actual, cada vez más en metrópolis multiculturales, es permisiva de actividades, preferencias sexuales, estilos de vida. Ello es por supuesto bueno, facilita una nueva variedad de posibilidades de relación humana heterogénea. Sin embargo, trae consigo un nuevo factor que añadir a la compleja red que va tejiendo el ser humano por medio de sus relaciones personales. Así lo demuestra Molina en Juntos. El espectador se ve recibido a un motel de vida alegre, recuerda de alguna manera un burdel argentino treinta o cuarenta años atrás. Quizás lo que nos orienta es la música de tango que suena al entrar, entre actos y en la conducción de la trama.
Creo que eso es lo mejor logrado por el director. No que yo sepa mucho de teatro o de su dirección escénica. Para mí la música acompaña de manera excelsa, pues nos recuerda ese complejo baile creado en sus inicios por inmigrantes del sur de América que desean identificarse y cohesionar una forma de expresión novedosa y urbana. La música, popular y rechazada por las clases altas, establece de manera directa una temática que comúnmente versa con respecto al sexo y la tristeza, la soledad. Además, es la metáfora perfecta para la cantidad de pasos, movimientos y posiciones que la post-modernidad nos ofrece en cuanto a relaciones humanas, sexuales y sociales.
Anabel, Esther, José y Sebastián representan dicha sociedad post-moderna. El rico, el vendido, la puta y la aristócrata, son sólo algunos de los papeles que desempeñan estos personajes. La construcción de cada individuo es una mezcla de su papel social, su trabajo, su educación, sus sueños y fantasías sexual-eróticas, su necesidad de aceptación propia, su capacidad de felicidad, sus intereses y claro está, las relaciones que los unos han de ir generando con los otros. Para eso nos ayuda el sarcástico humor de Anabel (Andrea Carriles) que nos recuerda, continuamente a lo largo de la función, quién es quién, las relaciones de poder implícitas en toda relación humana y la forma de solucionar efectivamente la complejidad que hasta ahora hemos analizado.
Así pues, uno el día de hoy puede tener una relación socio-afectiva y sexual con un hombre, con una mujer y con ambos al mismo tiempo. Lo vemos, además, mucho más común que como lo hicieron las generaciones pasadas. Ello conlleva un mar de nuevas oportunidades y posibilidades entre las cuales el individuo deberá escoger. El objetivo último seguirá siendo satisfacer esa necesidad de amor; de amar y de ser amado. Más concretamente, una falta de comprensión de los límites de la soledad (voluntaria u obligada) y los pedazos de alegría y felicidad que se puedan encontrar en el entredicho.
Creo que el por qué de la complejidad de las relaciones humanas yace justamente en el gusto del ser humano por hacerlas así. Adjunta va la inmensa falta de raciocinio que hay en el individuo generalizado. Educar nuestras pasiones para tolerar las altas y bajas, las fallas y tristezas, los buenos momentos y el éxtasis es una estrategia para la simplificación de dicha complejidad. Anabel nos recuerda eso de forma sublime. Queda al espectador definir la moraleja y apropiarse de ella, o no. ¿Nos atrevemos a ser honestos con nosotros mismos, con nuestros sentimientos y con nuestro propio deseo? En la medida en la que logremos definir de manera consciente qué queremos y cómo nos hace sentir lo que tenemos o el vacío provocado por no tenerlo, impondremos objetivos mucho más concretos de felicidad etérea.
Lo que resta entonces es ser honesto con el otro. Decir lo que sentimos y pensamos, lo que nos frustra y lo que nos excita. Ahora, en la medida en la que logremos comunicarnos efectivamente (verbal o no verbalmente) con nuestra pareja o con el otro, iremos definiendo nuestra nueva simplicidad de pareja. ¿Cómo maximizar los beneficios que ambos o las varias partes desean adquirir de cada relación?
El "vacío" propuesto como "momento generacional" en Juntos, puede ser reducido, repellado y entapizado. Es cuestión de luchar contra las tentaciones impuestas a través de la educación de masas y las falsas expectativas sociales de felicidad. Es dejar de consumirnos los unos a los otros y comenzar a gozarnos los unos a los otros mientras nos alimentamos con amor suficiente para hacer de la nueva relación humana algo sustentable. El corolario, luego, viene de Albert Camus: "No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar".
2 comments:
"Es dejar de consumirnos los unos a los otros y comenzar a gozarnos los unos a los otros mientras nos alimentamos con amor suficiente para hacer de la nueva relación humana algo sustentable"
Genial...
un abrazo !
Metrópolis que permiten ampliar el horizonte de lo posible, escenarios nuevos de convivencia real y virtual... libertad de gozar sin reparar en los esquemas tradicionales del amor hombre/mujer = familia.
Y sin embargo, pese a todo ese abanico de posibilidades lo único que queremos, nosotros simples mortales, es ser partícipes de ese sentimiento primero que es el amor.
Sin duda la complejidad reside en saber distinguir el amor en medio de todo ese mar de complicaciones que inventamos y tanto disfrutamos. Camus tenía razón, la mayor parte del tiempo aquellos que tanto lo buscamos estamos condenados a no encontrarlo por el simple motivo de no ser capaces de ofrecerlo. Ay el amor...
Post a Comment