Calderón habló ayer en la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno y presentó este discurso. Yo he tomando algunos fragmentos del mismo que os pongo a continuación a manera de resumen ejecutivo y crítica general.
El Presidente Felipe Calderón en su participación en la Primera Sesión Plenaria de la XVIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno Jueves, 30 de Octubre de 2008 | Discurso -San Salvador, República de El Salvador
Muchísimas gracias. [...] Es muy claro que hoy la compleja situación económica global que estamos viviendo, quizá domina la coyuntura y los temas de preocupación de gobernantes y gobernados; pero también nos hace una reflexión de fondo acerca del futuro de nuestra región iberoamericana y de quienes tienen en sus manos la posibilidad de que ese futuro sea más próspero y más humano, que son los jóvenes.
Esta situación es lo que nos obliga a tener, a actuar con rapidez y con imaginación para que esos jóvenes, esos millones de jóvenes iberoamericanos puedan contar con elementos que les permitan hacer valer sus derechos a la salud, a la educación, al deporte y a la cultura.
Quiero retomar las cifras que se han dado aquí y que la Secretaría General ha contribuido a poner en la mesa de la discusión.
Lo decía el Presidente Rodríguez Zapatero, que el 20 por ciento de los jóvenes en Iberoamérica ni estudian ni trabajan. Estamos hablando, además, de una región muy joven, es decir, cuatro de cada diez habitantes de Iberoamérica son menores de 30 años.
[...] Esto qué significa. Que no tienen opciones de educación, que no tienen opciones de trabajo, que probablemente tampoco tienen la posibilidad de integrar un ambiente familiar y social, que permita un desarrollo humano pleno e integral. [...] Esto ha generado que esta masa de jóvenes que no tienen oportunidades y que la tradujéramos como si no tuvieran un futuro, son fácilmente reclutados, primero para el consumo de droga y después para la operación violenta de los grupos criminales, y eso pone, es otra vertiente que pone en peligro el futuro de América Latina. [...]
Qué tenemos que hacer, precisamente, para no perder el futuro.
Uno. Tenemos que invertir en los jóvenes, tenemos que hacer fuertes inversiones en valor humano o en capital humano, si lo prefieren, y eso implica hacer una apuesta de políticas de Estado en favor de la educación y, particularmente, educación media superior y superior, no sólo en cobertura, sino en calidad.
Dos. Invertir fuertemente en salud y tenernos la meta de poder alcanzar cobertura universal de salud. En México con los programas que hemos multiplicado en materia de salud, por ejemplo, con Seguro Popular, con el Seguro Médico para una Nueva Generación, que le asegura la cobertura médica a los niños desde que están en el vientre de su madre, hasta de por vida para ellos y su familia. Estamos en la posibilidad de llegar a la cobertura universal de salud para el año 2011, que implica médico, medicina y tratamiento para cualquier mexicana y para cualquier mexicano.
Tres. Necesitamos invertir fuertemente en las potencialidades de desarrollo de nuestros países, invertir en valor humano e invertir en capital físico de nuestros países; invertir en infraestructura.
[...]Y, finalmente, hacer una esperanza nueva en el continente iberoamericano. Para decirlo con toda claridad, hoy los jóvenes no creen en nada.
No creen en los políticos, y estoy seguro que no decepciono aquí a nadie, todos lo sabemos.
No creen ahora en la economía, porque la economía ha fracasado; no creen en el capitalismo, que está mostrando sus terribles deficiencias; y no creen tampoco en el socialismo, que murió hace rato, antes de que ellos nacieran.
No creen y si no creen, y se puede debatir acerca de estos sistemas; en lo menos que creen es en las ideologías. Probablemente no creen muchos en Dios, porque van hacia un siglo de un gran agnosticismo.
Cómo puede construirse un futuro sin creer en algo.
Y hoy quizá el reto que debemos plantearnos, además de invertir en educación y en salud y en deporte y generar empleos, lo que tenemos que hacer es que la nueva generación de jóvenes iberoamericanos pueda creer firmemente en algo: que pueda creer en el hombre, que pueda creer nuevamente en la justicia, en la libertad, en los derechos humanos plenamente respetados, que a veces los damos por cumplidos y no están cumplidos.
Tenemos que hacerlos creer, además, en el medio ambiente, en la trascendencia, en lo que ustedes quieran. Pero, sin una generación nueva, que crea firmemente en el futuro de Iberoamérica se perderá. [...]
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La pregunta central que me viene a la cabeza es, ¿cuándo sucedió el brinco cuántico a la década de los sesenta? Definitivamente me lo perdí. Este discurso de esperanza y buenos deseos en las próximas generaciones, en las y los jóvenes, es una muestra clara de falta de estrategia y de comprensión del tema mismo. Lamentablemente, con sólo buenos pensamientos las cosas no mejoran por arte de magia, por muchos que nos esforcemos. Si bien menciona políticas públicas dirigidas a reducir los índices de vandalismo y uso de drogas, ello no es ninguna novedad. Nos queda claro que es una estrategia funcional desde hace más de cincuenta años, como se ha venido aplicando en Europa y en Estados Unidos por medio de sus community centers. Critica que los gobiernos no utilizan esta política como una medular. A él se le olvidó mencionar las expresiones artísticas como una segunda política tan medular como el deporte. ¿Dónde está el presupuesto cultural? ¿Por qué lo vemos bajar cada año más?
Apuesta al neo-liberalismo in continuum, independientemente de la crisis económica global actual. El discurso denota consejería de privatización por doquier. Pero fuera de criticar si ello es la solución o no, cuestiono por qué no habla de estrategias concretas para reducir los índices de desempleo juvenil, los de pobreza joven, los de deserción escolar y los de contagio de enfermedades e infecciones de transmisión sexual como el VIH/SIDA. No presenta políticas ni estrategias focalizadas o dirigidas a la clase poblacional que representamos los y las jóvenes. Le queda claro que somos muchos y que es necesario poner atención al grupo de edad, pero no lo demuestra en sus políticas generalizadas para todo el país en salud, desempleo y microeconomía.
El punto medular del discurso, creo, se encuentra al final. En la esperanza desesperanzadora que proyectan sus palabras. En la falta de ideologías. En la falta de partidos. En la falta de movilización. En la falta de política entre las y los mexicanos, pero en particular entre las y los jóvenes. Y aunque todo esto es cierto para la la mayoría de la población, Calderón no ve claro. No encuentra los métodos y estrategias que le puedan ayudar a reducir este desinterés y esta apatía generalizada que la clase política, incluyéndolo, ha generado y proliferado entre la sociedad de México. Por eso se encomienda en que las próximas generaciones hagan algo al respecto. Que se empoderen y participen significativamente de manera autónoma. Por eso no incluye dichas estrategias en sus políticas públicas. Por eso el Ejecutivo no ha ratificado la Convención de Derechos de Jóvenes tan necesaria para el país. Por eso el discurso es un texto desesperanzador que pretende mostrar ilusión entre los escuchas. Por eso no lo logra.
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