El fin de semana, como a muchos de ustedes queridos lectores, me llegó la primavera. Gracias a Dios esto aún no tiene repercusiones a nivel fisiológico, como pasa con L. en Paris, y no me he puesto como burro en estación. Sin embargo, descubrí que ineludiblemente tengo una transformación subconsciente. Y digo ello pues llegué a la realización de que es algo que me sucede anualmente en dicha fecha, o en sus proximidades calendarias. Entonces, me trastorno y tengo la imperiosa necesidad de modificar mi entorno diario.
Este año, el sábado muy temprano por la mañana me puse a limpiar mi departamento. Ello pronto evolucionó, como sucede casi cada año, en una labor de reacomodo absoluto de las cosas, de revisión de papeles, libros y cajones al por mayor. El recuento de los daños, o más bien, el resumen de mi desapego físico-material versó en un total de 7 cajas (de esas grandotas) de cosas que se fueron a la basura. Desde reportes de la ONU desactualizados hasta plumas sin tinta, papel ya utilizado por ambos lados y una serie de utensilios de cocina que no sabía que existían.
Techos y paredes, pisos, columnas y ventanas. Nada permaneció fuera del escrutinio de mi trapo, esponja, sacate y en algunos casos, mi fibra de metal. A medio sábado ocasioné un corto de luz, al pasar mi escoba por una esquina por la que nunca se pasa. Fuegos artificiales por toda la sala y humo, mucho humo. El espectáculo fue mucho mejor logrado que un equipo de técnicos de la GV en el escenario principal. Además, fue gratuito, eso sin duda. Corrí a bajar la pastilla de la luz y por el extinguidor, pues yo ya me sentía al rumbo de un desastre urbano y vi en mi cabeza titulares de, Fuego en la Colonia, Edificio en Siniestro, Todo empezó por un vecino querido limpiar la esquina de su sala con la escoba…
Después de lo que parecieron interminables horas sin electricidad (microondas, refrigerador y por demás importante, Internet) vino mi tío a arreglar mi desastre y sacarme de la edad media, osease del oscurantismo. Cambio y vuelta: vivo en un nuevo departamento, con la cocina que reluce como en comercial de producto químico quita grasa, con pisos recién encerados, muchas menos cochinadas y mucho más espacio para mi propio esparcimiento. Abrí una botella de vino y me serví una copa para disfrutar la noche de un domingo fresco, limpio y con una vista espectacular (¡después de años había llegado a limpiar las ventanas!).
1 comments:
Vaya, de haber sabido te volvíamos fuegos artificiales officer.
Edad media...jajajajajajaja!!!
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