El webmaster

Estoy sufriendo una falta de ingenio para escribir. Comienzo hartas entradas pero no logro concluir ninguna. Pudiera desprender dos tesis de ello: la primera es que no tengo el suficiente entusiasmo o interés en lo que escribo como para motivarme hasta el fin de la entrada. La segunda es que mi profesor A. está exprimiendo mi cerebro entre tantos ensayos y entonces las palabras que tengo de reserva de acaban, hay sequía.

Sin importar lo anterior, empero, me propongo escribir y concluir.

Entonces y gracias al mismo doc A., para que la culpa moral de acusarlo de mi falta de creatividad no sea demasiado grande, entendí una clara explicación de las tecnologías, tan evidente que no la había visto. Ahora mismo explico.

Para las religiones hay un dios, al menos. Para los gobiernos democráticos-parlamentarios hay un presidente o un primer ministro. ¿Qué hay para la grandísima red virtual por medio de la cual trabajamos todos los días? Sencillo: un webmaster. El webmaster nos ayuda, nos corrige y hace que las cosas funcionen, pero cuando él no está, catástrofe segura. A menos de que tengamos los mínimos conocimientos de html o cualquier otro lenguaje de programación básico, podemos quedar por ignotos e inútiles. Dependemos completamente de dicho ser, a veces misterioso.

¿Pero quiénes somos los que nos sentimos incapaces? ¿Todos, algunos, los mayores, los chicos? Esta discusión la tengo seguido con Mater, a veces ella se desespera porque no entiende cómo utilizar su Ipod, porque se le olvida cómo quemar un cd, porque ya no se acuerda como utilizar el programa en que hace apenas dos meses se sentía una profesional, etc. Sin embargo, en asuntos de esta índole, podemos dividir en cuatro categorías generales a la población mundial:

Los autoexcluidos. Para excusarse, Mater dice que no nació en esa era, que es del siglo pasado, que a ella le tocaron los bulbos y la máquina de escribir. A ella, al parecer, se le llama una autoexcluida cibernética pues aunque en muchas ocasiones utiliza dichas tecnologías, es continua la responsiva de “¿yo para qué?”, “a mí eso no me toca, yo no sirvo para eso”.

Otra categoría posible son los excluidos. La diferencia fundamental con los autoexcluidos es que éstos no tienen acceso posible, de manera alguna, a la red o a las tecnologías. Estamos hablando de los lugares geográficos aún no tocados por internet, de las clases marginadas e imposibilitadas para adquirir los servicios correspondientes y de los bosques densos y las cuevas profundas.

Tercero ponemos a los migrantes cibernéticos, como yo. Lo que pasa aquí es que mi generación no nació con internet, no creció en su niñez con celulares, ipods o palms. Los DVDs llegaron a nosotros en nuestra adolescencia, no antes. Somos migrantes que se adecuan y pueden adaptarse a utilizar de manera relativamente sencilla las nuevas tecnologías. Además, hoy vivimos dependientes de laptops, internet, celulares, cámaras digitales y palms siendo que no crecimos con ellos y durante harto tiempo fuimos felices así (no que ahora no lo seamos).

Por último tenemos a los nativos cibernéticos, como mis hermanos menores. Ellos sí nacieron en una era con internet, tuvieron su primer teléfono móvil a los 8 – 9 años, vieron funcionar los Ipods desde sus primeros tiempos y tuvieron juguetes tan complicados para los autoexcluidos como innecesarios para los migrantes.

Qué seguirá ahora, me pregunto. ¿Hay alguna manera de vivir sin la cibernética a la que tanto nos hemos acostumbrado? En lo personal me divierte mucho pensar lo que pasaría si tuviéramos una máquina del tiempo y nos pudiéramos transportar al pasado. Digamos que una decidimos viajar a inicios del siglo anterior (el XX). Me enajena el pensar lo imposibilitados que nos veríamos al saber posibles tecnologías como internet, celulares, computadoras y tantas más, pero al mismo tiempo, no ser capaces de construir ni uno de dichos aparatos. ¿Cuántos de nosotros sabemos cómo funciona un microondas, un tostador o un Ipod mismo? Aún más, ¿cuántos podrían construir uno de ser necesario?

Es definitivamente imposible predecir el futuro. Pero, ¿nos podemos aventurar a imaginar lo que será de las generaciones venideras? Tendrán más tecnología, eso es por seguro. Sin embargo, ¿será esto para bien o para mal?

*Por cierto, que aunque todavía no se instaura un ya necesario día del webmaster, aprovecho para congratular y agradecer al mío por todo lo que hace por mí. ¡Gracias RG!

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