Del espacio

No entiendo bien por qué te enojas conmigo. Que llegué e invadí tu espacio de estudio, dices. Cuál estudio, me pregunto. No mal entiendas, que no descalifico el trabajo del chef de repostería y gelatinas, producto que estoy seguro que los mismos cocineros franceses han de envidiar. Por qué me violentas y me agredes, bien sabes de eso; que no se necesita de fuerza física para dañar a un tercero o a un segundo; sólo hace falta una mirada, un empujón y un par de malos comentarios. Yo también estoy contento de verte. Habías pensado que tal vez yo no llegué a distraerte sino que estabas ya en dicho estado cuando arribé y que por el contrario tu me distraías a mí de la iniciativa privada (osea que era una actividad personal) a la que me aposenté. Tanta iluminación a veces queda perdida en las propias frustraciones del ser. El mismo Gandhi nos advertiría que la única batalla que vale la pena luchar es aquella que ocurre adentro de tu corazón, no más. Es por eso que no lo tomo personal.

Si el hombre tan solo fuera un poco sabio para comprender que el principio de sus problemas con los otros en sociedad comenzó con la propiedad privada y el pretender que uno es dueño de un espacio o de un tiempo es una falacia vil del sistema en el que nos integramos. Qué decir de las inseguridades que proyectamos como raza al pensar en ello nuestra propia salvación.

Hace un par de años llegué a mi casa para enterarme de que ya no era mía; de que no podía mover un libro y si lo intentaba corría el riesgo de sufrir las consecuencias. También ese día se me anunció que yo no vivía más ahí y que mi estancia era meramente temporal. Aunque me costó aguantarme las lagrimas un rato, hasta verme en un lugar seguro para expresar mis sentimientos, lo aprehendí (con h muda) y lo comprendí. Hice parte de mi ser que de ahora en adelante mi casa no era mi casa, qué decir de que el hogar fuera dulce en absoluto.

Si bien fueron bastantes los meses que protesté silenciosamente (aunque las acciones hablan más fuerte que las palabras mismas) de nada sirvió mi propio castigo y por ello lo abandoné. Me entregué de lleno a mi corazón y repelí de él todo lo que le dolía, pues entendí que la vida es amarga para el que no endulza su camino y le es empalagosa al que no respeta el simplismo y el sabor natural.

No te apures, yo comprendo que hay las noches. Por eso procedo a expresarme, a racionalizar mis sentimientos y me dejo llevar a la cama, porque así dejo que la cotidianeidad lave lo que a nosotros nos da flojera.

2 comments:

Anonymous said...

Sr. Barra te llevas las palmas con este entry...bueno en realidad creo q eres muy talentoso para eso de escribir lo q piensas, ya q es complejo el proyectar de una manera clara lo confunso que es nuestra mente...venga!!!

AB said...

Gracias por el comentario estimada amiga, espero poder hacerle el honor que me otorgas con tus palabras. Yo creo que también eres una persona muy capaz y será interesante tomar clases contigo otra vez el próximo semestre. Saludos!