¡Viva México!

Un 11 de septiembre de hace siete añotes hubo una gran catástrofe en la ciudad de Nueva York. Las torres gemelas se desplomaron. Un 15 de septiembre del presente, una granada de mano estalla en la calle Madero de Morelia, Michoacán de Ocampo. Ambas tragedias humanas y momentos de luto para familiares y amigos de los presentes. Una pena para la humanidad. ¿Tanta muerte y aún así gritan Viva México? Lo que una supuestamente por grupos anti-yankees del Medio Oriente, la otra aparentemente por grupos de narcotraficantes del cártel de La Familia. El resultado es el mismo: terrorismo. Desinformación por parte de los medios de comunicación, pánico social y pasos agigantados de agendas políticas particulares.

En realidad la cosa no es ni fue para tanto ni en Nueva York ni en Morelia. Claramente hay que poner un grande y honesto pésame de por medio. Sin embargo, los medios de comunicación y los políticos se encargan de crear tal confusión de información (desinformación) que entonces la sociedad se aterra. "No vaya a ser que en el súper, en el parque, en la escuela, en el banco... Mejor que esos pandilleros con rostro raro se los lleve la policía... Mejor no dejamos entrar a talibanes al país".

Las agendas detrás de los sucesos sí fueron distintas en ambas situaciones. Tensar las relaciones del mundo occidental con Oriente Medio para así poder entrar política y económicamente con el objeto de desestabilizar al antojo los precios del petróleo y poder controlar su producción. O demostrar a la ciudadanía que los grupos narcotraficantes y distintos cárteles son una amenaza real que atenta contra la paz y la tranquilidad para así poder militarizar al país y poder continuar una guerra contra las drogas de manera insistente.

La estrategia que entonces uso Walker Bush es la misma que ahora utiliza Calderón Hinojosa. Generar pavor en la sociedad para poder proseguir con una agenda política personal, no justificada. Desde que el régimen del presidente Richard Nixon impuso la primera batalla de la guerra contra las drogas, Estados Unidos ha exportado si no impuesto una política represiva basada en un razonamiento simplista. Sin embargo, desde hace varias décadas se viene probando que tales acciones han fracasado de manera categórica.

Aprovechar el terror generalizado que ya se sentía en México, después de los aumentos en secuestros y la marcha contra la inseguridad llevada a cabo semanas atrás en varias ciudades del país, es sin duda una estrategia bien pensada. Apostarle a una guerra contra las drogas, por el contrario, produce más daños que beneficios y se dirige, como la guerra de Bush en Oriente Medio, a un fiasco absoluto. Empero, a costa de ello Calderón puede incrementar el presupuesto en seguridad, puede establecer retenes por todo el país, puede justificar una guerra cuyo objetivo es tranquilizar sus propios temores e inseguridades, mantener lo que él cree son los valores tradicionales de esta patria. De pasada una bofetada al gobernador de Michoacán, Leonel Godoy, y al partido que representa. Sólo un ad valorem.

En teoría de conspiración, podemos plantear que la necesidad de Calderón por deshacerse de los grupos narcotraficantes es tal que los actos terroristas en Morelia estarían planeados por él mismo, así como los actos de Nueva York fueron medios justificables para llegar al fin en la agenda de Bush. Apenas un par de días después de los sucesos nos encontramos con que el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2009, reduce en 4 mil millones de pesos el ejercicio destinado a la Secretaría de Salud. De aprobarse el proyecto enviado por la Secretaría de Haciendo a la Cámara de Diputados, se dejaría de lado cumplir con los objetivos de la Ley General de Salud que busca ofrecer cobertura universal de servicios médicos para el año 2010.

¿Y a dónde será que redirigirán estos recortes presupuestales de la administración calderonista? ¿Será que al igual que Bush observaremos incrementos progresivos en el gasto relacionado a la seguridad nacional?

Al final, seguimos teniendo un mismo afectado: la sociedad mexicana. Después de aterrorizada, desunida y quebrantada en su base civil, la población tiene sus minorías que son las verdaderas víctimas. Los usuarios de drogas, ya sean personas jóvenes, mujeres o ancianos quedan estigmatizados, discriminados e incluso tachados de criminales que perturban a la sociedad misma. Ello se agrava en el caso de los altos niveles de infecciones de VIH/SIDA entre los usuarios de drogas inyectables. Y pronto el menor presupuesto para invertir en campañas de educación y prevención, medicamentos y aún más importante, investigación.

Calderón en su avance contra las drogas apunta hacia la militarización de la lucha, la persecución y criminalización de los traficantes y los usuarios de drogas, la legislación para prohibir y destruir plantíos y laboratorios, y un largo etcétera. Por tal método, una vez más, los únicos afectados son los usuarios de drogas que de ninguna forma son ayudados para salir del ciclo vicioso en el que viven. La reducción del presupuesto en el sector salud aumenta las probabilidades de que nunca lo hagan. ¿Por qué apostar a la fuerza cuando hay formas de lograr reducir el tráfico de drogas de manera pacífica, sin aterrorizar a la población?

Cuando en 1999 el presidente Andrés Pastrana Arango lazó el Plan Colombia, tenía como fin último revitalizar la economía del país cafetalero. Decidió terminar el conflicto armado por medio de una estrategia anti-drogas o como el mismo lo definía: una serie de proyectos de desarrollo alternativos que canalizan los esfuerzos compartidos de diversas organizaciones multilaterales y gobiernos para la mejora de la sociedad colombiana. Por medio del Plan, Pastrana consiguió reducir sustancialmente los cultivos de coca del país y reducir en más del doble el número de asesinatos que ocurrían en Medellín. El costo, dejar que los estadunidenses entren a territorio colombiano y capaciten a sus fuerzas militares.

Si México no está preparado a dejar que los estadunidenses establezcan bases militares que ayuden en la lucha contra las drogas, entonces ¿por qué empezar a militarizar el tema mismo? Aún más, aumentar los gastos en seguridad nacional no ayudarán a solucionar ninguna de las problemáticas que presentan las drogas entre la población. En otras palabras, se convierte en una lucha entre el Estado y los grupos traficantes y diferentes cárteles sin en realidad aliviar las necesidades sociales.

Según Eduardo Buscaglia de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen (ONUD), aún si México firmó y ratificó la Convención en contra del Crimen Organizado Transnacional, mejor conocida como Convención de Pelermo, y la Convención de Mérida para la corrupción, hoy en día sólo vemos el 87% de las recomendaciones en las políticas públicas y en realidad solo alrededor del 64% son aplicadas en la vida diaria.

Entonces, México se suma a una estrategia imperialista militarizando la guerra contra las drogas en todo su esplendor sin generar verdaderas políticas públicas, seguir las recomendaciones de las convenciones internacionales relevantes al tema o generar programas de educación que coadyuven a completar el método: prevención, reducción de daños y tratamiento. No se apuesta por la movilización de la sociedad civil y los pocos esfuerzos que se hacen se ven ofuscados con el avance de las tropas militares. Ofrecer trato humano a usuarios de drogas es tan importante y necesario como hacerlo con quienes padecen enfermedades como cáncer o quienes viven con VIH/SIDA.

Pero por lo pronto, las drogas y sus usuarios seguirán siendo criminalizados. Crecerá el estigma y la discriminación. Se reducirán los derechos humanos. Con ello, la decadencia absoluta de la sociedad con la continua fragmentación de grupos y sub-grupos, culturas y sub-culturas que jamás llegarán a comprenderse ni a dialogar entre ellas. El precio final de la militarización es el terrorismo, la desinformación, la fragmentación social y la desaparición de cualquier ilusión de democracia.

1 comments:

ladelcabaret said...

Nos encanta.
Y duele también.
Duele ver que México ya no parece país, sino feria. Duele que nos siga diciendo el futuro un pajarito enjaulado, que nos sigan haciendo tirar dardos para ver si obtenemos algo a cambio, que tengamos que aplaudirle al hombre fuerte, que nos mareen en los caballitos y que si abrimos la boca nos metan un sorbete...y no por la boca.
¿Qué hacer entonces? Correr cada quien a su trinchera. Vivir en resistencia. Nadar contracorriente y traer un chingo de vendas para apoyar a los que van cayendo en el camino.
Te quiero.