Hoy me acordé

Hoy me acordé de dos cosas. Pero como en la vida, en mi vida pues, las cosas son lineales (qué hago, así es mi pensamiento) pues, como decía Jack el destripador, vamos por partes. Salgo de casa, me monto al bus, veo a los enfermeros que fuman afuera del hospital. Nadie es perfecto, pienso hacia mis adentros. Luego el bus se detiene a media avenida para cargar pasaje, como dicen ellos. Una cuadra después no quiere abrirle la puerta a la señora a dos metros de la esquina y le explica a gritos que la parada es en la esquina, no ahí. ¡Claro! Subnormal, pienso. Un señor se sube y se baja media cuadra más adelante. La misma señora que vi ayer otra vez, con la misma ropa, en el mismo bus. No es deja vú aunque irónicamente que sí ya lo había visto. Pienso que me emociona vivir en esta ciudad. Me acuerdo por qué vivo en el DF. Hace un par de años mientras esperaba en el coche, un señor pasa delante de mí con una cuerda en la mano y en el otro lado, amarrada una caja de cartón cafe que denotaba poco peso en su contenido y que lleva arrastrando detrás de él. El chico de los periódicos le grita: “¿qué raza es tu perro?” con tono de burla y entre risas. El señor le contesta sin voltear, “¡no te metas que es bravo!” y sigue caminando sin más. La ciudad de México es el surrealismo vivo. En acción.

¿Qué diría Kafka o Dalí si por unos meses pudiesen transportarse al DF? ¿Serían felices o lo sufrirían? La neurosis de Kafka lo sacaría de quicio a medio periférico o viaducto, seguramente. Quizás sería un poco más calmo, se lo tomaría con filosofía e imaginaría que el metrobus está en realidad lleno de pequeños escarabajos que se aplastan los unos a los otros y dejan los tubos, asientos, ventanas y techos lleno de pequeñas marcas del andar cotidiano. Seguro pensaría que mi oficina es una vacilada de primera. Con las jerarquías volteadas, los canales de mando invertidos y se interesaría un poco en la sociología y sicología de las relaciones neo-coloniales. En el patio trasero del edificio con dos arbolitos, una fuente seca y un cuadrito de dos por dos de pasto seguro extrañaría los parajes bucólicos de la campiña checa. Sus castillos tendrían que tornarse en Bailléricos palacios de hierro, con sus mujeres totalmente mujeres. ¿Y tendría Dalí una obsesión por la limpieza de su Ipod? Animado bailaría al ritmo de cualquier persecusión en plena plaza de Coyoacán. Vería su realidad, naturalmente, a través de su enajenante PSP® (PlayStation® Portable). Vería que en Constituyentes en realidad, los caminos se dibujan y desdibujan con la construcción continua. Las lluvias mueven a los árboles condeseros en una turbia granizada y no se sabe ni el fin ni el comienzo del espectáculo. El tiempo es una ilusión en los relojes cambiantes de cualquier estación de metro, y una vez embutido ahí, el calor hace que cualquier cosa parezca real. Da pa’ rato, pues…

Después, siguiendo la línea de pensamiento, me dije, ah que bien se siente estar en donde uno quiere estar. Vivir como uno quiere vivir. Sentir que uno tiene el control, hasta cierto punto, de su vida. Y me dije, que bonito sería poderlo compartir. Reflexionar. Pero, pero, pero, pero (léase rápido): ¡ah! ¡Tengo un blog!

Sí, hoy me acordé de ti mi querido confidente y amigo. Y creo que estoy listo para tenerte de vuelta en mi vida. Ahora la pregunta es, ¿tú me quieres tener a mí?

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