Aunque es medianoche, el alba está ya aquí; aunque llega el alba, es de noche. La vida tiene la maravillosa gracia de ser harto diversa. Un maestro un día me dijo que lo único que no se puede perder en la vida es la capacidad de sorprenderse, pues cuando uno la pierde en realidad ha muerto. Así, los esquemas se nos caen constantemente y no dejamos de confundirnos continuamente. Qué maravilla, ¿no?
Ayer noche fueron los XV años de lesbiana de A.M. Fui a la pachanga con mi regalito envuelto y todo. La fiesta era además sorpresa. Le seguiría a una función de teatro que teníamos el plan de ver. Todo ocurrió conforme al plan. Terminó la función y acto seguido salieron pasi-bailando diez damas en sus vestidos rosa pastel y con sus peinados de bucles, chinos y flecos de tubo. Detrás de ellas venían cuatro guapos cadetes muy propios con gorrito, espada y sus barbas. “Y ahooooooora, despieeerta la mujer que lleeeevas deeeeentroooo”, aclamábamos los presentes.
La fiesta estuvo de primera. Pasamos por la misa oficial, donde el padre pidió a los feligreses que se hincaran para bendecir la sagrada tortilla. “Tortilla que pones el pecado en el mundo…” decía muy propio el señor. La partió, “…comed y bebed todos de ella…”. Le siguió el padrino que, como era de esperarse, ya andaba un poco pedo y con la camisa desfajada. La madrina estaba como quería. Moreno y chaparrito pero con sus tacones del diez, pelo rubio totalmente Clairol, lentes obscuros y vestido rojo de lentejuelas con saco blanco arriba. Yo inmediatamente me apunté al vals. El pastel de tres pisos con una sirenita recostada en una concha llegó a escena cargado por dos meseros. “Que muerda la concha, que la prueeebe”, gritaba la multitud. Luego el bailable preparado por las amigas de la quinceañera y los cadetes. “Like a virgin, touched for the very first time” tun tun tun, “like a viiiiiiiiirgiiiiin”. Enfrente de mí estaba un cadete muy propio y muy guapo. Fue instantáneo. Lo vi, me vio, sonreí, sonrió. Dos minutos después me estaba sacando a bailar. Minerva estaba más guapo que de costumbre, “¿bailamos?” (pronunciado así estilo bailaaaaaamoooós y sin lunar de Enrique Iglesias). Me paré y me di cuenta de que no sabía cómo bailar. “Estoy confundido Minerva, ¿mi mano va en tu espalda o en tus hombros?” pregunté. “¿Tú llevas o yo? Porque estoy confundido”, seguí preguntando. “No importa, así es la vida, mera y pura confusión”.
1 comments:
La tercera es la vencida.
Ya hasta se me quitaron las ganas de dejarte el mensaje que intenté dejarte 2 veces.
Pero bueno, la cosa es que cuando quieras te confundo más.
Besos.
Te extraño!
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