Inmediatamente después de lo sucedido, mi amiga K. me llamó para preguntarme si estaba bien. Yo no entendía bien a bien qué es lo que había pasado. Después de terminar la llamada, comenzaron a sonar todas las Blackberry de la mesa. Al parecer yo no había entendido la trascendencia de lo sucedido. No me podía creer que en pleno Distrito Federal, pues la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal se encuentra en mera Zona Rosa, hubiera una bomba.
Un reflejo de la incapacidad e ineptitud tanto de nuestro gobierno como de lo que sucede en este país, en general, es que el atentado falló. Es decir, que bueno que falló, pero ¿es que no llegamos ni a la posibilidad de que al menos eso salga bien en México? La escena era la del mismo coyote persiguiendo al correcaminos: la bomba le estalló en las manos y el correcaminos siguió como si nada… beep, beep.
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