Desde hace más de doce horas que espero con ansias la oportunidad de sentarme a teclear pensamientos e incluso comentarios por sus pensamientos con respecto a la Echeverias (¡graaaaaaaacias! -ya veo que sólo os tengo que exigir un poco para que se comuniquen conmigo). En realidad he estado frente a un computador gran parte del día, sin embargo, no he podido aún teclear mis pensamientos de forma libre (hay ya que azotaaaaado ¿no?)
No sé, me rasco la cabeza. Tengo que escribir un ensayo al respecto para el viernes.
Desde el primer y último artículo que escribí para la revista universitaria dije justamente mi solución al respecto: no es que México se tenga que cruzar de brazos y esperar a que Estados Unidos le vuelva a ver dentro de algunos años, cuando todo haya pasado. Es más bien la oportunidad que el mexicano debe aprovechar. Mientras seamos un aliado y no un enemigo, podemos gozar de mucho más de lo que creemos posible. Entonces pues, hay que darle continuidad a lo que se ha hecho con respecto a la migración (no hemos estado papando moscas, aunque la mayoría no lo sabe), del Plan de Guanajuato a la construcción del muro ha habido harto cabildeo y pensamiento al respecto.
Yo digo, aunque estoy tan desinformado como el ciudadano común (pues no hay mucha información al respecto para leer, que no esté clasificada vaya); que el ideal es que le demos un último giro a las problemáticas que enfrentamos… ¡seamos pragmáticos pues! Y si en vez de que la migración sea un dolor de cabeza por temas que espantan a los gringos (el terrorismo); si aprovechamos que la política del vecino es ayudar a países en vías de desarrollo justamente con los síntomas del terrorismo (pobreza, enfermedad y marginación económica, y que dicho sea de paso nosotros tenemos harto –por si no lo han notado); si hacemos propuestas de programas integrales que desarrollen la región expulsora de migrantes para que se vayan por las buenas (en busca de trabajo, como opción) y no por las malas (huyendo de la vida que les fue destinada).
Cada día que pasa los estados sureños de Estados Unidos se dan más cuenta, como también lo hacen los estados norteños de México, de que necesitan los unos de los otros. Construir un muro es una tontería, ellos lo saben y lo sabemos nosotros. Sin embargo, ¿será acaso esa la única forma en la que la raza se enojará, se cansará y demandará lo que desde siempre se merece? ¡Construyamos un muro, valga la paradoja, con Estados Unidos! No dejemos que los migrantes se vayan; que se queden, que lo sufran, que exploten y se revolucionen.
Desde hace veinte años que se viene cantando una revolución en México. La perdida de las primeras elecciones en las que participó Cárdenas (el fraude vaya), la aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la firma de un tratado de libre comercio con América del Norte (TLCAN) en un momento en que la economía del país no estaba preparada y que no dio espacio para que la empresa privada en México despertara para trabajar después de dormir casi por diez años, las muertas y desaparecidas en Ciudad Juárez, el ROBAPROA. ¿Desde entonces los gringos (en verde bandera) se preguntan (contados los intelectuales mexicanos que infaliblemente poseen doctorados en universidades gringas) será posible que esta revolución mexicana se dé sin violencia? Cualquier mexicano responderá: México no puede tener una revolución porque ya tuvimos una… ¿que no?
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