Me gusta como las cosas vienen y van, una vez que aceptas que la vida es un gran círculo de sorpresas –como los que tenemos día con día. Creo que una vez que aceptas que las cosas son transitorias en la vida, la felicidad se puede gozar más. ¿La felicidad se puede entonces no gozar? ¿Se puede saber lo que es la felicidad? Me gusta conocer gente, tengo una ambición por viajar, por seguir haciéndolo, porque en cada rincón se aprende algo nuevo. A veces pienso que tengo una percepción especial de las cosas; ya sé, me gusta sentirme especial; pero tengo una razón para creer que todos tenemos un lugar en el paraíso; un lugar único. Vi la luna y sentí gratitud; pensé que me divierte que a veces tengo tantos “recados” que dejar día con día en este espacio. Lo que al fin me divierte es que digo cosas para alguno y por alguna; para las experiencias y pensamientos y sentimientos diarias, a veces hay quienes se adjudican el saco; eso me divierte por dos razones: primero porque las reacciones de aquellos a quienes no estaba destinado el pensamientos y la palabra la toman y actúan; la segunda, que digo cosas que tenían una razón de ser escuchadas pero yo por alguna razón no tenía pensado decirlas. La segunda es la que más me gusta, porque entonces verdaderamente me conecto con el universo y hay una razón para cada acción, de fondos y forma, que regresan complementando.
Vi la pequeña bola de cristal que me compraste; me causa satisfacción. Una lluvia bombardea mi cabeza con ideas, pensamientos, incoherencias y recuerdos; me gusta poder recordar. Comienzo a vivir mientras derramo una lagrima desde el fondo de mi corazón que tiene problemas en salir por mi ojo. Me gusta nombrar las cosas; mis plantas tienen nombre –la mayoría, porque el resto aun no se hacen identificar conmigo; a veces a mis ideas también pongo nombre –supongo que así sé que hay un cajón de pensamientos para cada cosa; me gusta también nombrar las partes de mi cuerpo. Es inútil revelar la maravilla que es tener como llamar a lo especial de mi cuerpo, porque no tienen el “nombre” que todos los demás les dan; son especiales; así es también mi cuerpo. Sin embargo, el ver la nube que se atraviesa en mi camino con la luna llena que me observa me hace entender que el cuerpo no tiene trascendencia alguna. La gente que más sufre es la que no sabe lo que quiere. Me gusta ver que mi cuerpo es trascendente, como todo lo demás, que mis zapatos viejos pueden ser tiranos –por mí o por alguien más, y no me preocupa desprenderme de ellos; tampoco de mi cuerpo. ¿Vida en el más allá, no sé? Comparto contigo que las cosas pueden suceder, siempre tienen una razón de suceder, pero no hay un destino que la rija ¿Importa si las ideas no tienen congruencia? A quién la importa, finalmente, saber hacia dónde vayamos o el objetivo que buscamos.
Desde hace un par de días recupere a mi hermano. Me hace sentir especial. Me gusta la relación que tengo contigo. Me gusta, repito, dar muchos mensajes a distintas personas, en la misma oración, sin tener que especificar a quien en especial le dedico la tonada que silba mi cabeza; también ella tiene un nombre especial. Me gusta que comprendes mi liviandad por lo efímero de las cosas; así también tu y yo somos efímeros, nuestra relación. Te fuiste hace meses de mi vida. Me gusta saber que estas bien. La verdad es que aunque me gustaría estar con todas las personas del club que quiero, que admiro, que respeto, me gusta estar lejos. Mi admiración, mi respeto y mi estima crecen; tienen espacio. Con cada día que pasa crecemos más y nos acercamos y somos más cercanos; con cada día que pasa crecemos más hacia el día en que nos dejaremos de ver.
Un minuto paso, lo disfrute en silencio; en el espacio de la infinidad. Hace algunos años no cesaba de escribir de los círculos concéntricos que nos rodean y llenan nuestras vidas, de amor, de felicidad. Poco a poco comprendo lo que alguna vez quise decir; uno puede sonar sabio y trillado, puede decir cosas que pretender ser escuchadas; en el fondo estamos llenos de la verdad absoluta que en partes dejamos salir y vivimos, sin darnos cuenta. Por ello la bola de cristal pequeña me da tanta satisfacción quizás, tal vez tú lo sabes.
Quise dormir y gozar; solo me acosté contigo, no dormimos ni gozamos. En cambio la vez que temblamos lo sufrí; el temblor más fuerte que he sentido en mi vida me hizo sentir sin poder alguno; hoy comprendo que nunca he tenido control alguno y que el hacerme creer eso es por miedo e inseguridad a dejar ir, a ser constante, a gozar el minuto y no aferrarme a lo que más me duele, a lo que más sufro, a lo que más gozo y a lo que disfruto, a lo que más soy. Los fantasmas no dan miedo cuando entiendes que existen y los aceptas; irónicamente lo mismo sucede con los fantasmas que nos hacemos rondar, porque quizás nos dan más seguridad-supuesta que el pensar que no existen. ¿A qué le podemos tener miedo si no creamos algo a lo que tenerle miedo? ¿Existe el miedo? Una vez que uno acepta su entorno tal cual es, es decir, subjetivamente, podemos vivir en paz con él y podemos vivir en tranquilidad con nosotros mismos.
Hace tres años vi a un hombre caminar por la calle. Jamás me vio, jamás supo de mi existencia, sufrí lo que no podía yo comprender, lloré lo que no existió, temblé por la eburnación y me deje llevar; hoy gozo y rio de ello, lloro de felicidad, escucho mi corazón sentir y cada palpitar está lleno de profundidad; de mucha tristeza y alegría, amargura, agradecimiento y amor; hay que saber aceptar y entender lo bueno y lo malo, las dos caras de la moneda; solo así se puede comprender que todo es uno, que está en la misma esencia, que no hay en realidad dualidad alguna. Que todo hombre tiene una parte femenina en sí y que toda mujer tiene una parte masculina en sí; que la luna brilla por el sol y no hay razón de ser del sol sin la luna que le haga entender su función; que nunca nada tiene dos polos opuestos, que solo hay uno y uno solo. Más importante aun es comprender que el que piensa que sólo hay unidad vive errado, porque todo es uno pero uno no es todo; porque no hay sentido para el día sin la noche y no hay tampoco tal para el hombre sin la mujer, pues se complementan, siendo uno y al mismo tiempo sin ser uno. A final de cuentas lo que importa es la dualidad de la unidad y la unidad en la dualidad; es decir, no comprender que hay una diferencia tacita sabiendo que no todo lo abarca al todo.
Nunca le vi sentido alguno a la vieja reliquia que sienta en el mueble; la llamada pipa de la paz nunca había tenido utilidad alguna; entonces surgió la paz y todo tuvo sentido.
Aunque respecto mi soledad, respeto de igual forma la compañía que me das y el amor que me dejar sentir compartiendo pensamientos.
Por muy negro que sea no es menos hermoso que nosotros, que nosotras.
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