Los que más sufren son los que no saben lo que quieren

Me he visto tentado a escribir al respecto de lo que me ha sucedido en los últimos días, que han sido más bizarros e impredecibles que nada. Sin embargo, me he impedido realizar descripción escrita de dicho proceso. Principalmente porque no creo que logre capturar el espacio-tiempo que significó en su momento, pero también porque creo que hay mucho que no comprendo aún al respecto. Empero, hay un resultado (como en todo) que me sigue importunando.

En mi mesa de noche yace un juego de dominó. La cajita de madera revela su contenido en el título, letras grandes y gruesas que indican la sorpresa que nos espera. Al abrirlo, fichitas de color negro se ven acomodadas y en descanso; esperan que el dueño se anime y se ponga a jugar. Van cuatro días que comienzan con mi mirada posándose sobre la caja de madera, van también cuatro noche que terminan de dicha forma. No sé, no me atrevo a tomarlo de una vez por todas y jugar.

Supongo que la infinidad de movimientos que se atraviesan entre el comienzo y el final me asustan un poco. El miedo es un factor que dejo de lado, por ahora, más bien es indecisión de encontrarme con lo que podría suceder. Es algo así como el juego político.

Siempre he pensando que en los juegos uno debe poder tomarse su tiempo para pensar, para reflexionar y para analizar posibles direcciones. La meta permanece constante: ganar. Sin embargo, lo que nos podemos encontrar en el camino es una sorpresa por mi deseada, sin importar si ella es grata o no. Aún más, creo que ello no debe detenernos de intentar salir y hacerlo. No creo que debamos impedirnos platicar con un viejo loco, C. Creo que es importante conocer nuevos pensamientos e ideas, a veces simplemente compartir y verte reflejado en otras (Gracias a mi politóloga favorita por tomarse el tiempo).

México posee doce tratados de libre comercio con un total de cuarenta y cinco países; ello nos lleva a ser el país con el mayor número de éstos. Negociarlos, redactarlos y ponerlos en acción nos ha llevado cerca de quince años. Ello, querides lectores, sin importar si hemos o no sabido tomar las mejores decisiones o explotar en lo mejor posible dichos acuerdos. Dejando también de lado, por supuesto, las terribles consecuencias económicas que nos han traído por falta de implicaciones de ayuda.

Corea del Sur ha llegado muy cerca de nuestra posición pues tiene tratados de libre comercio con cuarenta y cuatro países. La pequeña diferencia (cosa de nada) es que lo ha alcanzado en apenas dos años. Es evidente que no se detendrán ahí; quieren más y más. Pensaron entonces en negociar el número cuarenta y cinco y adivinen, mis estimades, con quién es… pues ni más ni menos que con México.

Ustedes se preguntarán por qué; yo también. Lejos de intentar hacer un análisis político-económico del asunto me gustaría centrarme en una cosa sola. Podríamos acaso tomarnos nuestro tiempo, realizar una decisión concienzuda y bien debatida y por vez primera intentar explotar en toda posibilidad nuestro juego. Por qué no ver la caja, sin en realidad abrirla, por cuatro días y cuatro noches. Después, si sentimos la gana, llamamos a la contraparte y retamos un juego. La meta, como os decía, es firme: ganar. Las opciones, sorpresas y aprendizajes en el juego son infinitos y de a gratis. Pero, ¿habrá acaso algo que podamos aprender del pasado, que nos empuje a dar lo mejor de nosotros mismos?

2 comments:

tu.politóloga.favorita said...

It's about guts.
(Entre otras cosas)

Ceci said...

Nunca dije que no había que hablar con un loco; al contrario, admiro lo que hiciste. A veces es bueno salir de la rutina y ser impredecible. Siempre es más fácil juzgar, compadecer o desconfiar y seguir de frente, pero tú mi querido amigo, tomas riesgos.