Mi silla

No tengo nada bueno que decir. Extraño, sin embargo, a tantas personas que a veces me parece poco humano. Quizás es el destino que yo mismo me je forjado al crear la identidad que he construido a lo largo de los años.

Me parece ridículo que la propuesta del ejecutivo incluya un gravamen a las universidades privadas del país. No es suficiente con que las colegiaturas sean ya caras, con que la diversidad de opciones sea poca, que la deserción escolar sea alta y que los filtros hagan su papel de manera tan efectiva reduciendo las posibilidades de educación a ciertas clases, de ciertas zonas geográficas y de ciertas especificaciones.

La propuesta del ejecutivo se traduciría en un aumento del ocho por ciento en las colegiaturas de las universidades, de la noche a la mañana. Además de matar absolutamente la poca escolaridad media superior de México sería un verdadero atentado contra la pobre y raquítica sociedad civil.

Sin embargo, creo que es importante analizar un poco el caso y ver las posibles razones detrás de dichas propuestas hacendarias. Nos es evidente que durante el sexenio de Fox, el crudo mexicano fue la única salvación que tuvo éste para pagar los gastos del gobierno. ¿No queda entonces claro por qué Calderón se muerde las uñas cuando los precios del petróleo se desploman precipitadamente?

Creo que si bien hay que buscar nuevas formas de ingresos para el gobierno, atacar los puntos sensibles de la población no es de manera alguna la solución. Me siento asqueado y con ánimos de vómito. Repudio contundentemente las propuestas, pues al final sé que todo se reduce a burocracia y cabildeo. Perder algo a cambio de algo más es la forma, el resultado es simple: jodan más a los jodidos, que paguen los que no tienen.

Quité los cojines que normalmente acostumbran hacer de mi silla un espacio más cómodo. Me gusta el sentir la silla, en su forma natural como si fuese una nueva que nunca antes había calado. Además, me doy cuenta de que me quita algunas malas posturas –costumbres- que suelo tomar tras largas horas de escribir y leer en el ordenador. Para tal efecto he también cambiado mis sillas del comedor, me alimento ahora con otra idea en mente –gozar. Mientras me siento en el escritorio con un buen libro, una copa de vino y un buen libro mi mente decide mejor viajar lejos, imaginando lo que será.

Si bien siempre pensé inútil perder tiempo en sueños guajiros que no dejan nada productivo, creo que es mi naturaleza el continuamente soñar; no puedo negar mi naturaleza. Me imagino de viejo. ¿Habrá algo de diferente en mí aparte de más arrugas en mi piel?

Hoy me enteré que “la mayoría” me percibe como alguien que se casará dentro de los próximos nueve años. Mi amigo E. diría que eso es un verdadero “shocker”. No sé, de repente, ver un decenio resumido en una palabra es fuerte. Me serví otra copa de vino blanco, el alemán está entre mis predilectos. Puse un poco de música brasileña, para variar y exaltar mi identidad internacionalista. Me puse mis viejos pants grises que son muy cómodos, una playera ligera. En mi mente se abultan pensamientos y sentimientos. Tengo que admitir que aunque me gustaría no arrepentirme de nada, me arrepiento de mucho. Pienso en las porquerías que invaden nuestro mundo y las depravaciones que invaden (I. cuando necesites algo en el caso recién adquirido me avisas, ¡no lo puedo dejar fuera de mi mente!). Pienso en Mater que estaba enojada conmigo por dejarla en la calle, como siempre. Intento comprender porque de pronto L. me llama todos los días y a todas horas, ¿será que finalmente la consciencia le persigue con un dolor agudo en la moral y la culpa? ¿Será que se arrepiente de lo hecho, o peor aún, de lo no hecho?

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