Clínicas de prescripción de heroina

Un artículo publicado en The Independent ayer se enmarca en uno de los argumentos finales del debate sobre las clínicas de prescripción de heroina. Buscando abarcar todo el Reino Unido, el programa pretende establecer salas de inyección en las que se proveerá de forma segura la droga a quienes han mantenido un uso prolongado. Esto es una respuesta pragmática al asunto que sin embargo, tiene resultados mucho más fructíferos y contundentes.

El programa se inspira en los aprendizajes de Suiza, donde las clínicas que utilizan la droga de forma "medicalizada" ha ocasionado la eliminación de su glamour y la transformación de la percepción de la droga como un acto de rebelión a una enfermedad que requiere tratamiento. Los suizos en un referendum apoyaron la continuación del programa. Casos similares podemos encontrar en Francia, Alemania y Canadá.

"Se trata de cuidados intensivos para adictos a las drogas. Sí es más caro que el tratamiento estándar, pero también representa una tercera parte del costo de enviar a la persona a prisió (£44,000 al año). Y en cuanto son liberados, regresan a la adicción. Se trata de un ansia profunda de drogas y el programa busca medicalizar para romper el vínculo con el uso de heroína en la calle y la delincuencia ", dice el profesor John Strang, jefe del Centro Nacional de Adicción en Maudsley.

¿Y eso funciona en América Latina?
Creo que puede funcionar. Sin embargo, se enfrentaría a dos problemas principales: el estructural y el contexto de corrupción.

1. Estructural. Un programa que facilitara el consumo de heroina de forma controlada y medicalizada a los usuarios que denoten haber consumido por un tiempo (es decir, que no son nuevos usuarios), requiere sin duda ir acompañado por un sistema de salud universal que pueda ofrecer servicios a dicha comunidad. El nuevo servicio clínico se vería sumamente degradado e incompleto si no se enmarca en oportunidades de acceso terapéutico y posibilidad de tratamiento de VIH o Hepatitis C.

2. Corrupción. Otro problema para el programa es sin duda la corrupción, pues para que resulte exitoso, el programa no debe permitir que la droga salda de la clínica. El uso debe ser de forma controlado y supervisado. Después de todo, esa es la gran ventaja de la propuesta, poder controlar la calidad de la droga y la forma de consumirla sin incurrir en actividad de riesgo. El ideal a largo plazo es separar la calle y el crimen de su relación con la droga y el usuario. Sin embargo, si por medio de una "mordida" se convierte en un centro semi-legal de narcomenudeo, la clínica pierde valor absoluto.

Además, debemos tomar en cuenta el hecho de que América Latina no tiene una comunidad de usuarios de drogas inyectables tan numerosa como la hay en Europa, en el norte del continente o en el sureste asiático. A ojo de buen cubero se pensaría que la mayor concentración de usuarios de drogas inyectables se ubicaría en Argentina, Brasil y la frontera norte de México. Tendríamos entonces, sin lugar a dudas, que buscar estadística desagregada por edad, género y condición socioeconómica en la materia para poder tratar de forma efectiva. Es justificable pues lo que sí sabemos es el número de personas que viven con VIH y que utilizan drogas inyectables en esos países. En Argentina y en Brasil la cifra asciende a entre 20 y 50%.

En México sí damos paso sin huarache. Las últimas dos legislaturas han logrado establecer políticas que apuntan a un buen camino. De hecho, México es el único país de la región que expresa de forma concreta en su legislación nacional el acceso a programas de reducción de daños. En la teoría, ofrece programas de intercambio de agujas y jeringas y programas de tratamiento con substitución de opiáceos. Sin emargo, ¿cómo se traduce esto en la práctica?

América Latina debe comenzar a debatir cuáles son las estrategiasde reducción de daños para otras drogas. ¿Existe una correlación entre embarazos no planificados, adquisiciñon de VIH y Hepatitis C y el uso de drogas? El alcohol, el tabaco, la marihuana, las metanfetaminas y anfetaminas y la cocaina son drogas mucho más consumidas entre la población latinoamericana, especialmente por quienes tienen entre 15 y 29 años. Ahí es en donde debemos preguntarnos, qué estamos haciendo para asegurar que haya información objetiva al respecto y que las personas logren decidir si utilizarán o no una droga. ¿Qué estrategias aplicamos para quienes consumen drogas no incurran en actividades de riesgo que les ponen en peligro a sí mismos o a su comunidad?


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1 comments:

Diana Baranda said...

En sí la propuesta es buena, reduciendo así el contagio de enfermedades, pero conociendo la situación económica y de inseguridad que ocurre en el país, es probable que se degenere en una clase de "escuela de vicio" así como lo son las penitenciarías del país.
Los cambios que se deben ofrecer, no es sólo a los adictos, sino a la población en general. En un país que tiene como primer ingreso el tráfico de drogas, me parece complicado lograrlo, sin embargo, espero en un futuro, con un buen plan educativo, cultural, social y económico sea posible... solo fata lograr lo anterior. :s