¿Hay vida después del Panóptico?


Pocas imágenes alegóricas en el pensamiento social igualan el poder de persuasión del Panóptico. Michael Foucault utilizó el proyecto frustrado de Jeremy Bentham para crear una metáfora eficaz de la transformación, la redistribución y el redespliegue modernos de los poderes controladores. Bentham, uno de los hombres más lucidos de su época, supo despojar a los poderes de sus variados disfraces para poner al descubierto su gran tarea común: imponer la disciplina mediante la amanzana siempre real y tangible del castigo. Comprendió asimismo que, a pesar de los diversos nombres dados a las distintas maneras de ejercer el poder, la estrategia central fundamental de ésta era hacerles creer a los súbditos que jamás podían sustraerse a la mirada ubicua de sus superiores y que ninguna falta, por secreta que fuese, quedaría impune. En su forma ideal, el Panóptico no admitía el espacio privado; o al menos, el espacio privado opaco, no sujeto a la vigilancia o, peor aún, imposible de vigilar. En la ciudad descrita en Nosotros, de Zamiatin, cada uno tiene su propia casa, pero las paredes son de vidrio. En 1984, de Orwell, cada uno tiene su propio televisor, pero nadie puede desconectarlo ni sabe cuándo la pantalla se convierte en una cámara…


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